Anima tu vida sin tanta concreción ni abstracción, persiste con amor en la construcción del entendimiento simbólico de la vida y de tu ser, para que tu propio performance proyecte su mínimo simbólico como una animación esencial, y no te vuelvas un maniquí algorítmico construido bajo la programación precisa de un ordenador con inteligencia artificial, o de la perversa soberbia del poder humano.
De no ser así, en esta posmodernidad seriamos los humanos segundo a segundo seres en permanente decrecimiento social y psicológico.