Los sistemas de opresión son formados por mentes que hacen de la ideología su ritual. Es importante no permitir que nuestro pasado determine nuestro futuro porque el trauma que estamos viviendo actualmente como sociedad no debemos heredársela a la nueva generación.
Las experiencias de las generaciones pasadas deben ser un peldaño para nosotros en el que podamos vivir una vida plena y ser más sabios. Esta vida plena debe permitir un nuevo nivel de comprensión. Las ideologías nunca estarán alineadas a la moral, no son morales porque grandes barbaridades se cometen en su nombre.
La moral sólo intenta hacer buenas personas, pero nunca los volverá buenos, porque la moral sólo ata las manos pero nunca la mente. Si todos vemos a los demás “con el hecho del amor” como parte de nosotros mismos, no serán moralmente buenos sino que se convertirán en un SER que ama a su prójimo sin ideología.
La vida no es una ideología, pero hemos hecho de la muerte una ideología al creer que se tiene el control de ella, ni la vida ni la muerte están en manos del hombre, y no es cuestión de moralidad, ni de derechos, ni leyes, es cuestión de comprender que todos son parte de cada persona.

Quien está dispuesto puede experimentar a los demás como parte de sí mismo, eso lo hace incapaz de hacer daño a alguien más, porque no se está controlando, no hay alguien que diga esto es bueno o esto es malo, no hay ley que diga esto se debe hacer o esto no se debe hacer, no hay moralidad, no hay límites, porque se está reconociendo a la vida como vida.
El nivel de corrupción en Ecuador hizo que la población pierda la confianza ante el Poder Ejecutivo. Pero, ¿por qué si los hechos demuestran un alto índice de corrupción en la vida pública y privada no se los ha podido frenar?
Quizás, la respuesta sea: “Porque la gente cree que la corrupción no afecta sus vidas”.
Édison Suárez, corresponsal en Sucumbíos.