
Para que la democracia opere como las ideas liberales ordenan, más allá de la eficacia del gobierno, débase proteger al ciudadano sobre los excesos del poder.
El reconocimiento en democracia del origen del poder no debe ser avalada por una teocracia, oligarquía o tecnocracia,
sino por el mismo origen del poder popular; es decir, en la capacidad humana a través de su voto de elegir y controlar.
En resumen, el mismo poder popular tiene que limitar a esos poderes otorgados a sus Mandatarios
para que no se transformen ellos en “aves de rapiña”
de un Sistema Democrático.
La democracia no es una filosofía puramente optimista,
sino que debe reconocer los defectos humanos y sus ínfulas maquiavélicas,
para lo cual debe poseer herramientas para frenar
todas aquellas tradiciones irracionales de los líderes y de los privilegiados
para que no devoren la sociedad debido al exceso de poder
y la falta de contrapesos democráticos.
TIRO: 228