El mundo vive enredando entre múltiples Sistemas Políticos.
Cada uno con sus códigos complejos y a veces arbitrarios, nos quieren vender la idea de que sus actos son naturales, más lo que existe es un sistema de algo fingido que les otorga cierta superioridad.
¡Dios salve al mundo de los políticos!
La forma arbitraria con la que se hacen del Poder va históricamente comprobando la vulnerabilidad del hombre frente a la actuación teatral de los políticos que nos montan una coreografía con la que fabrican su camino triunfal, para ello, siempre forman sistemas artificiales con los que manipulan la palabra, para decir “que una vaca administrada por ellos siempre dará más leche“, pero en nada de ello hay un ápice de verdad que garantice que lo suyo realmente funciona.
Todo termina siendo tongo, el público sabe que todo es fingido, todo es una recreación, donde como en una buena película sabemos que el que actúa de “Rey” o de “Salvador” no es realmente eso, sin embargo, el político en su búsqueda del Poder resume todo maquiavélicamente a favor de él. Todo es cuestión de usar los signos y símbolos para triunfar, aunque no tengan contenido real ni realizable.
Para los políticos no es importante el uso de la palabra real, sino de la palabra imaginaria que les otorga el control. Las palabras para ellos son solo construcciones gramaticales para empoderarse de lo popular, la teatralidad se vuelve su herramienta más eficaz, la apariencia debe esconder todo juego sucio para que parezca limpio y legal.
La construcción histórica de la política siempre ha sido maquiavélica y al juego sucio se lo legaliza en la medida de quien gane dentro de la actuación teatral.