La emergencia sanitaria Covid-19, ocasionó que a partir de la quincena del mes de marzo de 2020, en Ecuador los procesos de producción y servicios, en general, dieran un giro total en su forma de operar, quedando la educación no exenta de esto.
En medio de las recomendaciones dadas por la Organización Mundial de la Salud, de mantener el distanciamiento social entre otras medidas, el Gobierno Nacional dispuso que la modalidad de las clases en todo el territorio nacional, y de todo nivel, se cambiaran de presenciales a virtuales.
Este cambio, sin duda significó un gran reto para la educación, porque representó enfrentarse a un proceso, para el que no se contaba con ninguna preparación en cuánto a conocimientos, y en la mayoría de los casos, a esto se sumó la ausencia de infraestructura tecnológica y las herramientas necesarias, en general, para llegar con las clases virtuales a los estudiantes.
La vocación del educador fue puesta a prueba, y empezó una reinversión total en la forma de enseñar, y por supuesto, de aprender. El ingenio, la convicción, y la constancia por querer que todos aprendan nos develaron por medios digitales; historias de profesores recorriendo grandes distancias, atravesando lagos, montañas, caminos inhóspitos para llegar a sus estudiantes bajo el entendimiento de que no todos tienen acceso a un computador o internet, los profesores se apropiaron del proceso e hicieron suya la responsabilidad de que todos sus estudiantes aprendan.
La emergencia sanitaria puso en valor, la quizás olvidada labor de un profesor, profesión que históricamente ha sido invisibilizada, quizás porque no se conocen las tareas que un maestro debe cumplir; si antes de la pandemia un profesor empleaba horas, días de su tiempo en casa para planificar, evaluar, durante estos meses de teletrabajo, la jornada laboral se extendió, para que sea posible la atención a estudiantes que por alguna razón no estuvieron en el horario de la clase virtual en vivo.
Para muchos, quizás la experiencia de que sus hijos reciban clases virtuales o su propia experiencia, no comulgue con las líneas que escribo, es entendible esta postura, pues para ser maestro la vocación marca una diferencia sustancial entre amar lo que se hace y tomarlo sólo como un empleo más.
En la educación superior, el reto de estos meses no sólo ha incluido dictar clases, sino que los cambios también se han dado en los procesos de investigación y vinculación que son los ejes sustantivos que completan la formación de los estudiantes.
Daniela Armijos
Vicerrectora Académica – Instituto Superior Tecnológico del Azuay (2017 a la fecha)