
El Ecuador, como muchos gobiernos de la región, ha instaurado como Política de Estado un continuum régimen de corrupción,
donde los políticos y ciudadanos no son leales a la institucionalidad pública.
Lo grave, es que la memoria colectiva vive readaptándose a este tipo de regímenes de corrupción, cuya duración como gobierno y autoridad se vuelve extremadamente efímero, ya que la sociedad se adapta y readapta a esos rasgos estructurales de corrupción hasta volverse casi inmutable
“la tradición de régimen corrupto”, y por ende, inmodificable.
Tal vez, el actual gobierno y el próximo, no sean peores ni mejores que los anteriores, más, quien quiera transformar al Ecuador tiene la tarea cuasi imposible,
de hallar una voluntad social entre los ciudadanos que asimile un mínimo ético en favor de un “Proyecto” que le enseñe al ciudadano a defenderse y a destruir o liquidar la corrupción patológica que vive la Institucionalidad en el Ecuador.
TIRO: 197