
La idea de que el poder proviene del pueblo es una ficción jurídica y una idea divagante, al fin de cuentas todo en política parte y nace de la utopía que hace que la masa se movilice alrededor de la voluntad de un solo ser que busca ser el más fuerte para detentar el poder.
Al fin de todas las cuentas, los gobernados así lo han querido, o se han impuesto a través de vivos locuaces como Moisés que se justificó como el gran patriarca, diciendo “que su poder estaba legitimado por Dios”, otros líderes en cambio justifican su destino político en razón de la historia o del porvenir del planeta, o por algún pretexto grandilocuente y abstracto, para imponer su poder a través de artilugios y sortilegios que parecen tener fuerza espiritual, pero que lo único que quieren es a todo rigor imponer su figura como “centro fálico” de toda forma de gobernabilidad, y a quienes hay que obedecer por mandato de la Patria o por mandato histórico.
Para ello siempre se justifican gritando:
¡Viva la Patria!
¡Viva el vibrante pueblo Latinoamerikano!, al que ellos solo quieren someter.
Al fin de cuentas: “El Político es el animal más fálico de todos”.
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