
La política no puede ser una religión que ofrezca salvación o la inmortalidad de un pueblo, sino que debe aproximarse al pensamiento de que con trabajo cada quien alcanza a construir su propio presente, entendiendo que nada es eterno, y que lo que una sociedad debe trabajar es en desaparecer la ignorancia y el apego al “yo”, que pretende jerarquizar a alguien o a una determinada sociedad apegada a un “yo narcisista”.
Por ende, mientras hallan seres atrapados en la divagante ignorancia populista, y no aparezcan Maestros en el amplio sentido de la palabra que nos hagan buscar la perfección, el Ecuador seguirá siendo el mismo mojón de balsa flotando sobre sus Cuencas Tropicales.
Esa es la única vía para lograr que una sociedad vaya extinguiendo lentamente el sufrimiento y la confusión que generan sociedades con “yoes colectivos o individuales” demasiado fuertes, y que lo único que logran es proyectar todo a un abismo de barbarie y aniquilación deido al “culto a la nada”.
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