La crisis del sistema actual, sumada al compromiso de la Iglesia Católica que favorece a los pobres e indígenas, al activismo de Izquierda, la transición a la democracia en los ochenta y el rechazo de la población por las políticas neoliberales, han creado las condiciones para que el movimiento indígena ecuatoriano acuda a la Tesis del Marxismo Occidental o Crítico y estructurar teóricamente la vigencia del Marxismo.
En este sentido, partiendo de las circunstancias que vive el Ecuador producidas por el orden mundial emergente, representado por el enfoque neoliberal del desarrollo que incorpora la globalización, el libre comercio, el transnacionalismo del capital y el marginamiento de los Estados como ente regulador, surge esta nueva corriente del marxismo conocida como neomarxismo, en contraposición y como respuesta a la propuesta neoliberal del gobierno actual.
Lo que busca el movimiento indígena, según se ha podido escuchar en sus reclamos, es abrir un frente de lucha por el rescate de la independencia perdida, poner en marcha una segunda independencia, promover una emancipación mental, no solo ante los modos de pensar y obrar de las minorías comprometidas con el capital trasnacional y las políticas imperiales, enfrentados a los intereses de la Nación, sino ante la contaminación ideológica generada por las prácticas de una cultura de mercado que subordinan las necesidades del ser humano.

El pensamiento neomarxista enfrenta y cuestiona el paradigma capitalista con sus ideales de progreso, equidad, solidaridad y sus promesas de ascenso evolutivo. Desde hace muchos años hay una coordinación internacional abocada a llegar al gobierno y hacer los cambios institucionales para quedarse permanentemente en el poder, tal es el caso de Venezuela y Nicaragua.
En conclusión, una Revolución es inconcebible si no es con toda la Nación, ya que, para triunfar es necesario unir a la inmensa mayoría de la población en torno a un proyecto con el que se sienta identificada.
Fabricio Freire- Morán, corresponsal en Guayaquil.