Como decía Goethe: “Aquel que no conoce otra lengua, no conoce la suya propia. El lenguaje es un potencial de comunicación y revelación. Al interior de cada idioma hay poder, por lo tanto, quien habla otro idioma duplica su poder”.
Decía Juan Arnau: “Cada idioma es un secreto a voces, y cada vez que tengo un contacto con otra cultura o idioma, descubro que sobre una aparente realidad las otras culturas proyectan otras realidades, inclusive hacen palidecer la otra realidad”.
Por lo tanto, homogenizar la cultura humana o el idioma humano a uno solo, será una idea que morirá por su propio peso, y es que en la práctica cada pueblo en su accionar va transformando su lenguaje de acuerdo a su conveniencia productiva, su ser, su entorno, y su palabra. Así la palabra de cada pueblo da lugar a lo propio sin perder su carácter universal, ya que cada pueblo tiene su carácter conservativo.
Así como cada vegetal o cada animal o mineral conserva su nivel de calor y libera la cantidad de calor que no necesita, en cada cultura o idioma se ponen a circular los propios códigos semánticos de acuerdo a su conveniencia para su propia estabilidad.
Cada cultura a través del idioma se empodera y se individualiza, de tal forma, que su propio lenguaje sea su escudo protector, es decir, ese conocimiento particular lo enmarca en lo que es deseable y no deseable y va de generación en generación archivándose como su huella dactilar, por eso, todo lo que pretenda fragmentar la cultura particular terminará condenada y condenando a todos a una nueva Torre de Babel.Es así, aunque toda Hispanoamérica hable castellano, cada cultura desarrolla su lenguaje a su manera.