Según los economistas, tienen como definición del PODER DEL MERCADO, a “la capacidad unilateral que tiene una empresa para actuar de manera coordinada y lograr elevar sus precios”.
Esto conlleva a que su poder sea superior al de los Estados. Es un poder que no tiene un representante visible.
No se pueden establecer relaciones de diálogo con el Mercado Internacional, que desde la invisibilidad de un agente ejecutor domina el mundo contemporáneo.
Dentro de la política, se logra decir que la soberanía pertenece al pueblo, lo cual es lo mismo que decir que la soberanía no pertenece a nadie en particular, que ningún individuo tiene prerrogativa alguna que le legitime para ejercer el Poder. Si el poder es de todos, significa que no es de nadie en particular.
Es el pueblo quien de forma anónima (en voto secreto) elije a un GOBERNANTE.
Este sistema no garantiza que los resultados de una convocatoria electoral sean un acierto, pero de todas formas creemos en la democracia.
Algo parecido ocurre con el mercado, tratándose de la asignación de los recursos económicos de una empresa. Se quiere seguir creyendo que el mercado, donde los oferentes y los demandantes actúan guiados por motivaciones e intereses estrictamente personales (lo mismo que hacen los votantes en las elecciones), es un foro donde la determinación de los precios, de los salarios, de las inversiones, se lleva a cabo de forma racional y eficiente. Se sigue creyendo, porque no se ve otra institución que sustituya al MERCADO.
Ni los Gobiernos, ni los Bancos Centrales, controlan ya las tasas de cambio de las divisas. Lo único que pueden hacer, es seguir a la zaga, los movimientos del mercado, y en todo caso, corregir momentáneamente algunas irregularidades.
Es el propio mercado quien vendiendo unas divisas y comprando otras hace subir o bajar la cotización del dólar, mantiene el valor del euro, o apoya el yen. Es el mercado quien fija los precios del café, del petróleo, del cobre, o del oro. El mercado manda.
Al Mercado no le interesan las personas, le interesan los precios, le interesan las plusvalías de capital, aquí radica el problema. El Mercado es capaz de crear riqueza, pero no sirve para distribuirla. Desde inicios del siglo XXI, la creación de riqueza es un problema resuelto. Los países y las personas ricas tienen toda la riqueza que son capaces de disfrutar.

Hubo un tiempo, en los inicios de la primera revolución industrial, en que se creía que el Mercado era el instrumento apropiado para establecer un equilibrio entre los agentes económicos, entre los empresarios y los trabajadores para acordar un salario fijo, entre las naciones para fijar los precios del Mercado Internacional. Una mano invisible, decía por entonces Adam Smith, haría que buscando cada uno exclusivamente su propio interés, coordinaría los intereses particulares para alcanzar el bien común de la sociedad.
Aquella mano invisible no dio nunca señales de su existencia, fueron los gobiernos de cada Estado quienes intervinieron promulgando una legislación social, laboral y mercantil inexistente hasta entonces, con vigencia a nivel de cada Estado, no a nivel internacional.
Hoy día, en un mundo global, no existe una autoridad internacional con jurisdicción sobre los Estados-Nación para establecer normativas sociales que regulen el mercado internacional de materias primas, de alimentos y de salarios unificados al trabajador.
A nivel internacional, la única regulación existente es la del Mercado, pero el mercado no es eficiente para equilibrar los intereses de las empresas. Es incapaz de institucionalizar la justicia.
La desigualdad de renta existente entre las personas que viven en los países capitalistas como Australia, EEUU, Francia, y las que viven en los países subdesarrollados, está exigiendo la existencia de una autoridad mundial que pueda dominar al Mercado Internacional.
Xavier Córdova – Corresponsal en Daule.