La pobreza, y sobre todo, la que corresponde a los cuartiles de pauperrimidad, aprisiona la posmodernidad en una realidad de momento “insoluble”, ya que realmente no se han universalizado los Principios de Justicia desde los Estados, y los de Solidaridad; desde la Individualidad. Este problema de “la pobreza”, tiene que generar una estructura para nuevos juicios de valores poderosos, para lograr una autocrítica que no sólo contraste el problema como un informe sociológico-económico, sino como una realidad que hay que menguar hasta liquidar.
Por ello; que quede claro que el problema no es un problema de igualdad, sino de pobreza, que atañe a los más ricos que tienen que solucionar o contribuir a la solución del problema desde el Estado y desde la solidaridad institucional y personal.