
Para aprender a emprender hay que liberarse de toda forma de hastío.
La causa del emprendimiento siempre será clara cuando el deseo le dé cabida a la pasión, pero sobre todo a la paciencia.
Al fin de cuentas, quien emprende quiere vitalizar su existencia, haciendo por lo general lo que desea construir.
Emprender no es necesariamente soñar con tener dinero, sino dar luz y calor al mundo, a través de los proyectos con los que se quiere servir, o inclusive transformar la realidad.
Por ello, quien decide emprender entiende que la travesía puede ser riesgosa, pero si se lo asume con autocontrol y confianza en sí mismo, las posibilidades de éxito siempre serán elevadas a pesar del dolor, y se transformará en aprendizaje, que será el mejor Centro de Estudios para la propia formación.
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