
La escritora francesa, Alice Goy Billaud, llegó a Guayaquil en el 2014, tras un intento fallido por establecerse en China, luego de haber coleccionado experiencias en países como India y Noruega. Una vez en la urbe porteña, se dejó seducir por la movida cultural del manso, construida a base de autogestión, biela bien helada, y buenas intenciones. De esta forma, logró concretar espacios de gran valor para la difusión de la industria artística del país como el Café del Cangrejo, un bar donde el visitante se podía tomar un té artesanal mientras se escuchaba un poema de fondo de algún poeta nobel o consagrado.
También, es responsable de darle vida a Caldo de Cultura, un programa de radio que es transmitido en la plataforma comunicacional de la Universidad Católica de Guayaquil y que actualmente bajo el nombre de Cald’Ho, crea retratos franco guayacos de personalidades locales, mismo que es gestionado por la escuela Hola France, de la cual es co-fundadora y con la que se busca crear un puente entre la cultura francesa y la ecuatoriana.
“La francesa más guayaca”, como es conocida por sus amigos más cercanos, también aprovechó su travesía en nuestra ciudad para mostrarnos un “Guayaquil en falda”, donde a través de crónicas, enmarcaba en la historia a aquellos personajes que nos suelen dejar tartamudos con su arte.

Y aunque escribe desde los 12 años, hace poco presentó su novela titulada “Tres”, su primer trabajo literario que despertó el interés de Cadáver Exquisito Ediciones que en conjunto con el Taller de Creación y Edición de la Universidad de las Artes El Hipopótamo, permitieron concretar esta maravillosa historia que narra hechos autobiográficos protagonizados por Clémentine, su personaje principal.
Por eso, hoy en cinco preguntas, conoceremos un poco más sobre cómo fue la experiencia de “dar a luz” a este libro y los punto de vista sobre temas coyunturales por parte de su autora.
JF:¿Cómo fue la experiencia de pasar de escribir en Revista Diners, a tener una novela titulada “Tres”?
AG: Fue tremendo escribir para Diners con crónicas de 2 o 3 páginas. Es un ejercicio que no tiene nada que ver con una novela porque tiene un público inmediato y entonces una crítica inmediata. La primera, es la del editor y de ésta depende la publicación. Lo que sudas para escribir una novela tiene un momento largo de decantación. Tienes un tiempo para asimilar lo que escribiste. Para Diners, sentía que no tenía el derecho de fallar, sobre todo con el hecho de escribir en castellano que no es mi lengua materna. Dudo de cada coma y de mi legitimidad en este idioma. Necesito que me lean tres personas. Ver mi nombre en Diners fue una alegría inmensa. Yo lo recuerdo muy bien. Estaba en Suiza y dudaba con la idea de regresar a Guayaquil. Por este tipo de logros decidí volver. Son pequeñas victorias que lo construyen a uno. “Las victorias pertenecen a la intimidad” dice el poeta Lyonel Trouillot. Luego salió la novela. Podría decir que publicar en Diners fue el impulso, la adrenalina y que llegar a publicar la novela fue más un ejercicio de largo aliento porque es una historia que tiene 11 años de escritura y muchos meses de redacción y edición en español. Al final fue un alivio. Fueron dos emociones contrarias, ambas intensas.
JF:¿Por qué decidiste hacer esta novela en español?
AG: Escribir mis entrañas en español tiene que ver con el porqué vivo a 8000 kilómetros de mi Tierra natal, y la respuesta, en un sentido, es huir. Escribo en francés desde que tengo 12 años, pero recuerdo un momento fatal que me impidió hacer mis escritos públicos. Tenía 14 años, había escrito un cuento sobre una chica que despertaba en el pasado y por el maltrato que recibía de sus 7 hermanos, por fin entendía a su madre. Este cuento era una declaración de amor, pero fue muy mal recibido por mi madre que me dijo que no tenía derecho a escribir sobre su vida a pesar de no tener 7 hermanos. La realidad es que cuando uno escribe, si se censura, ya no hay arte. Entonces escribir en español podría ser para protegerme de lo que tengo que decir. Lo que cuento en “TRES” no lo puedo compartir con mi familia. Son mis historias de amor y sexo, y además explico por qué vivo lejos de ellos. Es demasiado como para aguantar leerlo en francés. Aún me cuesta la idea de traducirla.
La otra explicación, es que yo soy de aprender haciendo. Si quiero aprender a hacer cócteles, no voy a ir en una escuela de bartender, voy a ir en un bar. Pues fue lo mismo con el español. Llegué con mis conocimientos básicos del colegio. Quería aprender rápido. Fui primero a un bar porque se aprende de todo en los bares. Allá empecé en español ejercicios de escritura creativa que se fueron transformando en novela porque ya estaba en mi cabeza.
JF:¿En qué se diferencia Alice de Clémentine, la protagonista de tu libro?
AG: Más te podría decir en qué se diferencia Clémentine de Alice porque Alice es la base, en toda su humanidad imperfecta, y Clémentine es la versión chévere de Alice, más rebelde, más segura. Clémentine, obviamente es más atrevida porque hace y dice todo lo que Alice quisiera, y por pudor o miedo no le sale. Es la fantasía de lograr lo que cuesta en la vida real. No es que sean tan diferentes, pero también, para aceptar ciertas cosas, hay que saber tomar distancia. En un momento de la escritura me bloqueé. Tuve que parar un mes. Eso fue la necesidad de crear a Clémentine en vez de contar la crónica de la vida de Alice. Necesitaba soñar y sobrellevar ciertas situaciones como la muerte de un novio o la confusión de una relación. Lo doloroso que puede ser para mí, Clémentine se lo toma con risa y poesía, y me contagia. Clémentine soy yo ayudándome a mí misma.
JF:Tu aporte desde la radio y la gestión cultural ha sido importante para el desarrollo de este sector en la ciudad, en esta nueva normalidad ¿Qué se puede hacer para reactivar esta industria tan golpeada económicamente por la pandemia?
AG: Soy malísima en plata y consejos. Actúo desde mis pasiones. Pocas veces hice cosas en el sector cultural con el objetivo de tener dinero. El dinero llegó luego. Y creo que así que me funciona. No tengo idea de cómo reactivar la economía. Sólo puedo contemplar y saludar las iniciativas de mis amigos que sí necesitan que les genere dinero.
Me cuesta creer que la economía del Arte pueda desarrollarse en línea, más veo que se vende comida, porque la gente siempre compra comida. Pero una amiga más joven que yo, me dice que ella sí paga para ver a sus artistas favoritos por zoom. Me dio alivio para los artistas. Y sí veo que se reinventan conceptos. Es un tema complejo.
Soy miembro activa de La Colectiva, Asociación de Libreros y Editoriales Independientes de Guayaquil y puedo notar que desde la necesidad, los artistas mueven lo que sea porque al final del día, hay que comer. María Paulina Briones (editora de “TRES”) hace sus clubs de lectura por zoom y le funciona. Se están creando plataformas para vender los libros en línea. También hay entregas de libros a domicilio.
Lo primero, según yo, sería de parar de comprar huevadas y consumir en el camino de la economía local. Muchas veces se puede truequear lo que uno busca. En este contexto, más que nunca, me parece criminal comprar lo que sea por Amazon, sobre todo; libros, que es lo que consumo. Si quieres un buen libro, busca los libreros de tu barrio (en Guayaquil, estamos como @lacolectivagye). Consume con valores hacia tu comunidad. Eso sería mi consejo supremo. Y me lo doy a mí misma.
JF:¿Qué autoras ecuatorianas recomendarías para leer?
AG: A mí me falta leer autores ecuatorianos porque llegué con mi bagaje de literatura francesa e inglesa de la India. Además, tengo que admitir que conozco a muchos más poetas que autores de narrativa, y tengo que reconocer que me cuesta llegar a la poesía en otro idioma que el francés, porque toca algo muy íntimo que se aparenta al alma. Comencé por leer a María Auxiliadora Balladares, porque justo estaba en Quito editando mi novela en su departamento y estaban sus libros. Los leí y me gustó porque los entendí. Me gusta el lenguaje directo.
Así que diría con honestidad que me recomendaría a mí misma leer a estas autoras que conozco por fragmentos:
Amé la poesía de María Paulina Briones, y creo que Yuliana Ortiz está dando su alma a la poesía. Me gusta la ingenuidad de Andrea Rojas. Me encantó escuchar declamar a María de los Ángeles Martínez. En mi velador tengo libros de Sandra Araya y Mónica Ojeda que abrí al inicio de la cuarentena. Quisiera leer a Marcela Ribadeneira, que cité en “TRES” con uno de sus microcuentos, y de quien admiro los collages. Leer, siempre leer.
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