Siempre debemos, como sostenía Sócrates; “reconocer nuestra propia ignorancia”, pero eso sí, amable lector; no podemos dejar de alinear esa ignorancia con un saber mínimo, ético, moral y de justicia, que permita entender el mundo y lo mundano de tal forma que podamos comprender la diferencia entre lo moral y amoral, lo justo e injusto, lo ético o antiético.
El ser humano no puede escurrirse alegando ignorancia de ese saber moral universal, de lo que es bueno o malo, por lo tanto; indistinto de que seas peón o patrón, hay que invertir tiempo en ubicar nuestro ser en la ética sociocultural que se nos ha construido, y en caso de quererla cambiar hay que exponer nuestros propósitos y democráticamente buscar el cambio.