Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), la eutanasia se define como aquella acción del médico que provoca deliberadamente la muerte del paciente.
Este proceso genera consecuencias familiares, sociales, médicas, éticas, legales y políticas derivadas del acto. Su despenalización modifica la relación entre las generaciones y los profesionales de la medicina.
Hablar de eutanasia implica el fin de una historia, este acto involucra la toma de decisiones entre polos tan opuestos como la vida y la muerte en un mismo momento y bajo la misma luz. Optar por la eutanasia o el suicidio asistido como última instancia terapéutica, significa pasar de la vida a la muerte con la anuencia del enfermo o de sus familiares cercanos y la participación activa del médico.
La mayoría de personas desean una buena muerte sin que artificialmente se alargue la agonía, ser tratadas eficazmente ante una situación que implique dolor, tener la ayuda necesaria y no ser abandonados por el médico, el equipo sanitario y los familiares cuando la enfermedad sea incurable. Es un derecho estar informados sobre la enfermedad, sobre su pronóstico y los tratamientos que dispone la medicina, conocer la situación en un lenguaje comprensible, y participar en la medida de lo posible de las decisiones sobre los procedimientos y medicamentos que se aplicarán.
El acto médico se basa en una relación de confianza donde el paciente confía al médico el cuidado de su salud, en la relación entre paciente- médico no puede mediar el pacto de una muerte intencionada. Por ello, la eutanasia significa el final de la confianza depositada durante milenios en una profesión que siempre se ha comprometido a no provocar la muerte intencionalmente bajo ningún supuesto.
Se cree que la eutanasia frenará el progreso de la medicina, porque los médicos se irán volviendo indiferentes ante determinados tipos de enfermedad y no habrá razón para continuar investigando temas como: los mecanismos patogénicos de la senilidad, de la degeneración cerebral, del cáncer en situación terminal, de las malformaciones bioquímicas o morfológicas, etc.

¿Qué pasaría si en el Ecuador se despenaliza la eutanasia?
Entre las consecuencias serían: Decadencia ética progresiva que con el tiempo puede conducir de ser algo ocasional, a convertirse en cotidiano. Y se corre el riesgo que le gane la batalla a los cuidados paliativos, por ser más indolora, rápida, estética y más que nada económica, pudiendo convertirse para el enfermo en un derecho exigible a una muerte dulce, para los allegados en una salida más cómoda, para algunos médicos en un recurso sencillo que ahorra tiempo y esfuerzos y, para los gestores sanitarios en una relación costo- beneficio.
El Código Penal del Ecuador respecto de la eutanasia señala que, el que prestare auxilio o indujere a otro para que se suicide, será castigado con la pena de uno a cinco años de prisión y si lo prestare hasta el punto de ejecutar él mismo la muerte, la prisión será de cuatro a doce años. En Ecuador los datos relacionados con la eutanasia son prácticamente nulos, pues ni la legislación ni la jurisprudencia enfrentan la temática.
La mayoría de médicos sostienen que su formación y su vocación es salvar vidas, no quitarlas, por lo que indican no estar de acuerdo con la eutanasia, recordando que en las universidades del Ecuador se han habilitado posgrados de cuidados paliativos para que los profesionales se capaciten en esta labor.
Fabricio Freire Morán – Corresponsal en Guayaquil