Muchas veces se escucha hablar de la “Gran Conspiración”, e inmediatamente aparecen teorías que proponen la visita de seres extraterrestres de todas las razas, o el contubernio de las naciones del Primer Mundo afanadas por esclavizar a las personas que vivimos en el resto del mundo.
Pero este artículo no es sobre esas teorías, sino sobre lo que es realmente la Gran Conspiración a la que esta sometida la mayoría de la humanidad desde hace centurias.
Si hay una Gran Conspiración, esta fue instituida alrededor del año 400 DC, cuando un grupo de políticos se reunieron para crear un libro que regiría la vida de millones de personas, y para lograr su objetivo, declararon que este texto es obra de personas pero bajo la inspiración de Dios, me refiero a la Biblia.
En la compilación de la Biblia fueron descartados muchos testimonios de personas que convivieron con el Maestro Jesús, esto porque el interés de esta nueva corporación se veía afectado por estos Evangelios, donde se relata al Maestro en su faceta real.
La nueva corporación necesitaba un nuevo Dios al que sus seguidores adoren, dejando de lado al Dios de los judíos; esto pese a que el Maestro siempre insistió en que él no es dios.
La Gran Conspiración permitió que la Corporación conocida como Iglesia Católica acumule un poder nunca antes visto.
Una de las herramientas que le permitieron esto, fue la creación de una institución denominada “la Confesión”, que obligaba a todas las personas, sea labrador, carnicero, bufón, príncipe, amante de la reina, etc., so pena de ir al infierno, a conversarle al sacerdote todo lo que creían que era un pecado: “Quien tiene información privilegiada tiene poder”.
La otra artimaña para que esta Corporación sea la más poderosa del mundo, fue que sus soldados estaban obligados a la obediencia absoluta.
En Alemania, una persona tuvo la valentía de rebelarse contra este inmenso poder y creó la Iglesia Protestante, que en la actualidad es tan variada y muchas de sus variantes son más opresoras que la Corporación contra la que se rebelaron, esto permitió que los líderes de algunas de estas Iglesias Protestantes o Evangélicas sean personas con inmensas fortunas.

Muchas de estas nuevas Corporaciones se autodenominan Evangélicas, pero no tiene el menor empacho en invocar el Antiguo Testamento cuando éste sirve a los intereses de sus propietarios, especialmente en lo concerniente al pago de diezmos a favor de las personas encargadas de administrar el culto.
La verdadera religión no necesita de opulencia ni parafernalia porque es un asunto personal. La doctrina del Maestro Jesús puede resumirse con el siguiente pensamiento “no se debe ser bueno por miedo al castigo de un Dios vengativo, sino por amor a los demás”.
La parafernalia de las diferentes iglesias y la opulencia que muestran sus jerarcas es incompatible con lo que se lee en los Evangelios impuestos por la Corporación.
La mejor Iglesia es la que no construye edificios, sino que trabaja en el corazón de las personas, la que no se cubre de oro, sino que lo usa para el bienestar de los pobres, la que enseña las verdaderas Leyes Divinas pero con la fuerza del amor y no bajo la amenaza del asesinato, de la tortura o de apropiarse de los bienes ajenos.
Solo la verdad nos da la libertad, y su búsqueda es lo mejor que podemos hacer en este mundo.
Dejemos a cada vida su afán.