Hay dos leyes fundamentales que rigen para todas las sustancias que son parte del Universo:
1. La masa es constante en el Universo, no se crea ni se destruye.
2. La masa es energía condensada.
Las personas estamos formadas por las mismas sustancias fundamentales que están formados; los trenes, los ríos, las nubes, los árboles, las rocas, las estrellas, los peces, su teléfono. Todo lo que forma parte del Universo tiene un origen común, o un mismo Padre.

Lo que nos diferencia a los humanos de los árboles, o a un tiburón de un tren; es la manera en que se agrupan las sustancias fundamentales, y esto lo determina el nivel de vibración de dichas sustancias.
El nivel de vibración en cada especie tiene un rango, es decir; varía entre ciertos valores. Este rango, es influenciado por la cantidad de hormonas que segregan las glándulas, el entorno en que nos criamos o por los alimentos. Somos el resultado de lo que comemos y de las circunstancias en que nos criamos.
Los humanos, por decenas de miles de años, necesitamos ser violentos para sobrevivir, incluso, entre nosotros mismos.
Cuando una tribu no contaba con los alimentos suficientes, tenía que quitárselos a sus vecinos, de lo contrario; la otra opción era morir. Y como el deseo de supervivencia es el más fuerte en la mayoría de nosotros, la guerra era inevitable.
Llegó un momento en el desarrollo de la sociedad humana en el que habíamos logrado el suficiente avance tecnológico para abastecernos de alimentos, de medicamentos, de ropa y vivienda, y ya no era necesario hacer la guerra para sobrevivir.
Las guerras del siglo XX, así como las actuales, tienen su origen en la ambición por el poder de aquellas personas que no tienen problema en hacer que sus hermanos sean asesinados para satisfacer su ambición.
Pocas personas controlan la vida de millones de sus hermanos a quienes ven como “recursos naturales” a los que hay que explotar, dándoles solo lo necesario para su subsistencia.
Esto lo debemos cambiar usando la única arma que tenemos: “Viviendo el mayor tiempo posible en el rango de vibración opuesto a la ambición, a la ira, al temor; esto nos llevará a vivir en el amor, que es la mayor fuerza del Universo”.
Nicolás Brito Grandes – Corresponsal en Guayaquil