Toda conquista científica o avance tecnológico; aunque agudice, amplifique, o determine los límites de la existencia humana y su finitud, o fuera lo que fuera, no genera un cambio en la condición humana, igual está endémicamente rebosante de la mayor plaga de la civilización occidental: “La vanidad”.
Al fin de cuentas, somos hijos de un único Dios verdadero.