El descubrimiento oficial de las Islas Galápagos se dio en el año de 1535, por Fray Tomás de Berlanga, Arzobispo de Panamá, a quien el Rey Carlos V ordenó viajar a Perú para que le envíe un reporte sobre las actividades en su Virreinato.

Fray Tomás de Berlanga zarpó desde Panamá el 23 de febrero de 1535. Durante la navegación las fuertes corrientes oceánicas lo arrastrarían hasta las Islas Galápagos. Cuando los vientos amainaron se topó con las islas por accidente el 10 de marzo de 1535. Decidiendo desembarcar con el fin de buscar agua, al no encontrar fuentes de agua tuvieron que obtenerla de los nopales de la zona, con lo cual tuvieron que sobrevivir hasta que pudieron encontrar el liquido vital.
Las islas fueron consideradas por Berlanga como un lugar feo y árido, donde Dios había hecho llover piedras, y donde la tierra era tan infértil que no poseía “el poder de hacer crecer ni una pizca de yerba”.
Sin embargo, notó la gran población de focas, tortugas, iguanas y “muchas aves como las de España, pero tan torpes a que no saben como volar, y algunas fueron atrapadas con las manos”.
En 1546 el Capitán Diego de Rivadeneira quien zarparía luego de su derrota en el sur de Perú. El se hizo famoso por dar a las Islas el nombre de “Islas Encantadas”.

Se les dio este nombre ya que era difícil navegar alrededor de ellas por las fuertes corrientes, y la frecuente presencia de neblina, por lo que los navegantes pensaban que las Islas Galápagos flotaban por todo el Océano.
En 1570 las Islas Galápagos fueron incluidas en un atlas mundial por el cartógrafo Abraham Ortelius, quien les dio el nombre de ‘Insulae de los de Galápagos’, ya que los caparazones de las tortugas gigantes recordaron a los visitantes de sillas de montar, y Galápagos viene de la palabra española para la silla de montar (montura).
FAUSTO RODRÍGUEZ
CORRESPONSAL EN GALÁPAGOS