“Si la inteligencia y la razón humana no hallan los instrumentos en la espiritualidad para dominar la barbarie global, la naturaleza y el hombre no alcanzarán ninguna armonía”.
Se dislocará aún más el tiempo, profundizaremos entre más delirios científicos, religiosos, y nuestro sistema de representación humana terminará de agonizar.
Toca iniciar la construcción de una nueva civilización donde el lenguaje de la razón encienda el cerebro para el equilibrio, ya que el hombre y su lujuria han infligido tal nivel de violencia a la naturaleza que vamos sin remedio alguno al infierno.
Tenemos necesidad de un discurso que apueste a la armonización del ser, que está abocado a lo fecundo, pero fragmentado por lo vertiginoso y lo imperfecto. El individuo posmoderno está disminuido, está espantado ante la monetización de la vida, donde el tiempo es dinero y él su esclavo, por lo que queda extraviada la humanidad en el sentido existencial.
Hay que enriquecer nuestra existencia, buscando la libertad al ritmo adecuado, ya lo dijo José Martí: “La Naturaleza está para que aprendamos en ella el orden moral”.
La defensa de la naturaleza no es un Proyecto paisajista, se trata de lograr una aproximación a nuestras raíces donde solo somos eslabones de una cadena biótica que tenemos que respetar.
La conservación humana depende de que seamos valientes, porque los mediocres solo piensan en la riqueza monetaria, por eso gritan: !Ecologistas infantiles!.
Tengamos compasión por las viejas pasiones, trabajemos a favor del renacimiento del coro de los vientos, de los mares y de los ríos, para que sus voces y la de los niños sean un armonioso cántico de creación y revelación de esa vieja hermosura, apostando por un plan cósmico que permita vivir en armonía el caos y el equilibrio.