Durante las dos primeras partes del análisis sobre la desconfianza actual contra los medios de comunicación me referí al consumidor. Ahora concluyamos con el otro actor de este escenario: el medio.
Para nadie es oculto que cada empresa privada tiene sus propios intereses y eso incluye a los medios de comunicación. Ahora bien, eso no significa que esos intereses necesariamente sea parcialidad hacia autoridad gubernamental alguna.

(Foto de archivo personal)
El consumidor desconoce cómo el periodista consigue la información. Desconoce los riesgos, que en casos extremos representan la muerte.
Cito casos puntuales: en abril de 2018 se conoció el asesinato de Javier Ortega, Paúl Rivas y Efraín Segarra, equipo periodístico de diario El Comercio, a través de disidentes de las FARC. Ocurrió durante el actual gobierno, presidido por Lenin Moreno. Lo irónico es que dicho medio fue uno de los más atacados por la administración de Rafael Correa y los seguidores de aquel mandatario. Sus detractores fueron los primeros en expresar condolencias.
Recordemos otro caso reciente: las revueltas de octubre pasado en rechazo al decreto 883, que eliminaba el subsidio a los combustibles. Está fresco en la memoria ciudadana el vandalismo y saqueos, la sublevación indígena de aquellos días. Ahí hubo agresiones contra periodistas, entre ellos Freddy Paredes, de Teleamazonas, con una pedrada. Otros comunicadores debieron caminar por andamios para cuidar su integridad física antes y después de cada cobertura.
Finalmente, el Covid-19. Al inicio de la pandemia se registró la muerte de muchos comunicadores y la recuperación de otros contagiados en el ejercicio de su profesión. A eso se añade el desempleo de otros periodistas debido a la crisis. Son hechos que el consumidor no ve o no quiere ver por un adoctrinamiento de odio contra los medios que no existía antes del año 2008 (en el que también ganaban popularidad el Facebook y Twitter).
El periodismo tiene sus códigos de ética y su universo es muy amplio. No podemos detallar todo por cuestión de espacio, pero sí citar la existencia de géneros como la noticia, el informe (que es una investigación más detallada), la crónica, la entrevista, el reportaje, el fotorreportaje, la infografía e, incluso, el análisis u opinión. Este último es un género que periodísticamente requiere de fuentes y contrastación, aunque la responsabilidad recae en su autor.
Previo a cada difusión, sea televisiva, radial o escrita, existen reuniones entre directivos y editores. En estas juntas existe una autocrítica como medio con la intención de corregir errores para ofrecer un producto de calidad al consumidor. Y, por supuesto, las equivocaciones graves y las reincidencias, se derivan en sanciones internas contra los periodistas responsables del error.
Por esto último puedo decir que el periodismo es confiable y siempre lo será porque quien lo ejerce debe entender que su compromiso es con el consumidor, no con instituciones, organismos, peor aún con gobiernos. Al menos, eso es el principio básico que inculcan las universidades y es decisión de cada quien la aplicación del mismo o más allá si algún alto mando amenaza para obtener la información que desea difundir. Como fuere siempre los medios están en la lupa.
Voz Ciudadana:
Rafael Veintimilla Aragundi / Periodista