Los sistemas productivos locales se definen como “estructuras” o modos de organización empresariales, orientados a la producción y comercialización de un determinado bien o servicio”. (Rendón J., & Forero J., 2014). Existe complejidad en dichas estructuras debido a la diversidad de actores que participan en ella y a la forma en que se relacionan.
Explican Iglesias D. & Ramírez J., (2008) que, el desarrollo local está vinculado a la creación de ambientes que beneficien al crecimiento de la competitividad de sus entornos, siendo de relevancia el entorno de los sistemas productivos. Así mismo manifiestan que, “una economía ofrece ventajas que facilitan la construcción de tales ambientes, ligadas a su escala de operación más reducida, cuya dinámica es funcional a los procesos de reconversión productiva que hoy caracterizan a la economía mundial; de hecho, la posibilidad de desencadenar procesos de desarrollo en estos ámbitos territoriales se relaciona con el éxito que alcanza una comunidad en la construcción de dichos ambientes”.
Para que se generen y desarrollen los sistemas productivos, es necesario la existencia de factores condicionantes que permitan la proliferación de entornos productivos tales como: un sistema de valores compartidos por el entorno local con normas sociales específicas; condiciones propicias para el fomento de la cultura local; densidad en las relaciones familiares y comunitarias; y, seguridad y confianza en la familia. Bajo tales condiciones se establecen los sistemas productivos que son mecanismos que promueven actividades económico-sociales que se vinculan con el sector privado en aras de potenciar recursos, fuerza y capacidades propias de la localidad para generar nuevos empleos y reconstruir la estructura socioeconómica de los territorios. (Iglesias D., et al., 2008).
En el fomento de los sistemas productivos locales como mecanismo de desarrollo territorial es necesario introducir los términos de “agregación de valor” y “valor compartido”, los cuales serán claves para entender la transformación productiva desde la dinámica económica y social de cada territorio. La “agregación de valor” es entendida como “el monto por el cual el valor de un producto se incrementa en cada etapa de su producción, excluyendo los costos iniciales” (Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura, 2014).
El “valor compartido” es entendido como un concepto emergente para la agregación de valor que involucra una visión incluyente y ética en los sistemas empresariales, la conceptualización fue incorporada por Porter & Kramer en su artículo denominado: “Estrategia y Sociedad”, la cual propone que el valor compartido es “crear valor económico de modo que también se cree valor para la sociedad, al enfocarse en sus necesidades y desafíos. Los negocios deben combinar el éxito corporativo con el progreso social”.
Porter y Kramer (2011) explican que las empresas tienen tres alternativas para crear valor compartido a saber: 1) reconceptualizar los productos y mercados; 2) redefinir la productividad en la cadena de valor; y 3) permitir el desarrollo de un clúster local. Los autores resaltan que a pesar de que el concepto de valor compartido se relaciona con la responsabilidad social empresarial (RSE), va más allá pues alcanza un beneficio tanto para la empresa como para la sociedad a partir de la generación de valor compartido, propiciando crecimiento y desarrollo económico para todos los actores involucrados. De tal forma que, el valor compartido es más que una acción de responsabilidad social empresarial, pues consiste en un nuevo modo de lograr éxito económico colaborativo.
Un buen ejemplo de “valor compartido” es el “Programa Global para el Desarrollo de Proveedores de Leche Nestlé” en el cual se ha logrado la articulación y cooperación mutua entre actores generando valor para la compañía y para su entorno. En dicho Programa actualmente participan 900 de los 1200 productores chilenos vinculados a la empresa y el objetivo es garantizar el suministro de leche de alta calidad y promover el aumento de su producción. Entre los beneficios del Programa, destacan: el mejor precio al productor por litro de leche y la realización de asesorías y capacitación sin costo para el mismo, así como la mayor competitividad de los productos en mercados internos y externos y la potenciación y fortalecimiento de la industria lechera nacional (IICA, 2014).
El Departamento de Agricultura de los Estados Unidos resalta la importancia de la agregación de valor al producto, al mismo tiempo que destaca la necesidad de estrategias y mecanismos enfocados en alcanzar atributos plenamente percibidos por el consumidor de forma tal que se incida en la decisión de compra y en el precio que el consumidor esté dispuesto a pagar por el bien, toda vez que reconoce su calidad, forma, funcionalidad, disponibilidad, accesibilidad, etc.