La dictadura militar causó un daño enorme a los ecuatorianos, borró la memoria colectiva sobre el accionar de los políticos.
Cuando retornamos a la democracia, los jóvenes de ese tiempo, sufragaban sin tener experiencia política, eran confiados, daban el voto al político que hablaba bonito, o para quién saltaba mejor en la tarima, también para el que decía “soy rico y no necesito robar”.
La experiencia cuesta y los ecuatorianos la pagaron muy caro, aprendieron que:
“Uno, es el político cuando está en campaña, y otro, es cuando ya está en el poder”.
“Tanto el político rico como el pobre, roban, porque la gula por el dinero es igual en ambos”.
Tantos robos a las arcas públicas que han quedado impunes, y ver a estos malandros pasear su impunidad con el mayor desparpajo, causó que los ecuatorianos desprecien a los actuales candidatos presidenciales, porque los asocian con la crisis, prueba de esto es el alto nivel de indecisión. La mitad del electorado no sabe por quién votar, o no quiere votar por “esos candidatos”.

Escuché a una señora del Guasmo decir: “Acá dejaron una caja con comida y un pollo, le cogimos, pero no le daremos el voto”. Y agregó: “no sabemos por quién votar”.
El Pueblo se cansó de tantas promesas electorales incumplidas, ya aprendió y “cuando la letra entra con sangre, nunca se olvida”.
La elevada indecisión del electorado ha llevado a que hasta hoy no se sepa quiénes serán los candidatos que pasarán a la Segunda Vuelta.
Esperemos que este galimatías electoral inédito se resuelva en las urnas y no mediante un apagón.