“Atún, Canguil, Tom”, son nombres de algunos de los gatitos que a lo largo del tiempo han sido abandonados cerca de mí casa; muchos de ellos tuvieron la suerte de ser adoptados y encontraron un hogar donde lograron cubrir sus necesidades, otros; “los más adultos”, se quedaron aquí, siendo parte de nuestro vecindario y son los vecinos quienes se encargan de alimentarlos, esterilizarlos y ayudarlos.

En el lapso de un mes fuimos testigos del abandono de cuatro diferentes gatitos, los más pequeños tenían 3 semanas y el más grande no pasaba de los 3 meses; junto con mis vecinos pudimos alimentarlos y darles un techo hasta encontrarles una nueva familia, sin embargo, cada vez fue más difícil, ya que muy aparte de los gastos económicos que representan – comida, arenero, vitaminas y demás – también duele emocionalmente; encariñarse y luego tener que separase.
Así también, en redes sociales existen cientos de páginas y grupos dedicados a las adopciones de mascotas, pero resulta complicado que nos publiquen o ser relevantes entre la cantidad de posts que se hacen a diario; por otro lado, muchas de esas cuentas de Fundaciones, Asociaciones y Rescates, a quienes constantemente les hemos solicitado difusión y asesoría sobre las adopciones y rescates, nos han ignorado o expresan que “no nos pueden ayudar”, aun cuando se hacen llamar “activistas de los animales y sus derechos”, pero parece que lo único que les interesa es llenar sus bolsillos y lo esconden detrás de un movimiento social.
Sé que el Municipio de Guayaquil tiene una “Jefatura de Bienestar Animal” por la cual ayudan a las adopciones, dan protección y tienen atención veterinaria gratuita, sin embargo; es muy importante seguir implementado políticas públicas y ordenanzas municipales que realmente hagan palpable esta ayuda; propongo la implementación de programas y campañas que promuevan la cedulación obligatoria y la implantación de chips a nuestras mascotas, también la esterilización animal con el fin de reducir el índice de abandono, multas y sanciones a quienes tiran a las calles a estos seres indefensos.
Es importante comenzar a generar un cambio, y entender que nuestros amigos peludos no deben venir a sufrir.
Hay que alzar nuestra voz por aquellos que se expresan por medio de ladridos o maullidos, pero que nos demuestran su cariño e incondicionalidad, aun cuando no los merecemos.
Doménica Reyes Muñoz – Corresponsal en Guayaquil