
El hombre está motivado por impulsos que impelen y repelen sus deseos de poseer más y más, unos de lo material y otros de lo inmaterial, más no podemos caer entre distorsiones simplistas de que es “porque es la voluntad natural del hombre el poseer desde un punto del libido animal”, o porque es la materialización de un anhelo humano, ético o espiritual necesario para la existencia humana.
No es el materialismo lo único que al hombre moviliza, es el ideal del Poder y de poder sobre sus propias limitaciones, produce que expanda sus deseos a través de su lenguaje y el crecimiento de su goce de dominación del otro ser, y de lo otro (cosas), quizás con el único afán de explicar y explicarse su existencia.
Ese “ir más adelante”, en un aparente afán civilizatorio y explicarse así mismo sobre su propia existencia, genera un impulso psíquico permanente de dominador y de otro de sentirse gozosamente dominado.
Al fin de cuentas, estos impulsos humanos son los que han determinado la institucionalidad.
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