Quien gobierna a un país, debe iniciar una prolongada reflexión subjetiva de su posición y de su capacidad, para lograr explorar la capacidad de diálogo entre el “Yo y el Otro”, entre lo propio y la diferencia, y generar así; avances significativos en cuanto a pluralidad. Además, debe darle al Poder un sentido representativo para que no sea ejercido con esa fuerza de despotismo visceral.
Quien gobierna, debe mapear bien el universo simbólico de su pueblo, guiándolo siempre a un efectivo e inteligente desenlace social.