Este “Valle del Amanecer”, como se lo denomina, tiene encantos naturales que maravillan a nacionales y extranjeros.
Su árbol de Lechero; con más de 100 años de existencia, su parque El Cóndor; donde se rescatan a aves de rapiña andinas, junto al coloso Imbabura, y a su ícono Lago de San Pablo; evidencian su hermosura natural.

Con el crecimiento poblacional de sus alrededores, ha llegado la afectación a su entorno natural; “la tala de árboles y de la totora, las descargas líquidas y sólidas hacia el lago sin un tratamiento eficiente y técnico”, hacen que la majestuosidad y belleza del gran lago azul vaya mermándose.
Es responsabilidad de los moradores, de los turistas y de las autoridades; cuidarlo, mantenerlo y preservarlo, para que siga siendo el deleite y disfrute natural de esta y de las futuras generaciones.
Lauro Salas – Corresponsal en Imbabura.