
Ciegos y en masa,
los pueblos masivamente
vuelven a caer en el mismo punto ciego;
nadie sabe si por miopía, hipermetropía,
astigmatismo o estrabismos,
da lo mismo;
su mal de ojos está cargado de un bálsamo embrujador
que con ese antiquísimo mal
vive dando vueltas y vueltas
entre tanto desvarío,
que los Escribas de la historia criolla
siguen ponderando en forma sonsa
o anacrónica a modo de lisonja;
o quizás de epitafio:
“Que el pueblo es la voz de Dios”
Aunque parezca más a un extravío.
TIRO: 138