Convivir interculturalmente es posibilitar una democracia global, y ese es el desafío político cultural que hay que tejer entre todas las culturas como pilar de la nueva civilización humana.
Hoy, estamos más cerca entre nuestras distancias geográficas y comunicacionales, sin embargo, la comunidad internacional del Norte, del Sur, del Occidente y el Oriente, no saben superar sus conflictos.
Las comunidades de los diferentes puntos cardinales no logran mancomunarse, porque cada uno quiere defenderse culturalmente del otro.
El mundo requiere de un proyecto de convivencia cultural que conjugue las tradiciones de todos, pero que permita interactuar en globalidad sin negación del otro.
La globalización no puede solo tener un lado tecnológico-comercial, requiere de una definición humanística, que la diversidad cultural de nuestro planeta consolide y aproveche nuestras riquezas antropológicas, ya que por fin habríamos aprendido a no rechazar al otro, sino a disfrutar de su omnipresencia en forma pacífica y democrática.
La convivencia cultural es una realidad que la comunicación ha acelerado, y al mismo tiempo se ha transformado en un gran desafío político, al punto que todos podemos y debemos hacernos reconocer como actores plenos de la mundialización.
Ojalá que la globalización nos articule frente a todos los puntos cardinales. Que tengamos claro que este reto humano va a generar violencia, guerras, pero al mismo tiempo es una invitación a la tolerancia y un esfuerzo que tenemos que hacer para comprendernos.
Latinoamérica debe construir su plataforma cultural como un desafío de vanguardia, buscando “saber vivir” para construir el espacio necesario para vivir en interculturalidad.