La doctrina católica, enseña que las personas “no somos un producto casual de la evolución, sino que cada uno de nosotros es fruto de un pensamiento de Dios y somos amados por Él”.
La filosofía hermética, considera que las personas, y todo el Universo, son manifestaciones mentales de Dios, al que llaman el “Todo”.
Según esta escuela filosófica, en todos los actos de la vida, no existe la casualidad o el azar, sino la causalidad, esto es; que todo es efecto de una causa previa. Es notable la similitud en las propuestas de la doctrina católica y hermética, esta última; es originaria del antiguo Egipto.

Las personas, somos la suma de lo que leemos, de lo que comemos, de lo que aprendemos de las personas mayores, de los maestros, de las experiencias que nos toca vivir. Todo esto; unido a la genética acumulada en millones de años de lucha constante por sobrevivir, desde que éramos menos que un gusano hasta la actualidad.
Toda esta interacción crea nuestros pensamientos, los que se convertirán en cosas tangibles para nuestros sentidos, que es lo que da forma a nuestra vida.
Todas las herramientas que hemos inventado primero fueron pensamientos, desde las tablillas de arcilla que usábamos hace miles de años para escribir, hasta las computadoras portátiles.
Es fundamental, para ser felices, ejercitar a diario y constantemente el control de lo que pensamos, no solo porque casi siempre lo que pensamos lo construimos, sino porque los pensamientos cuando son reiterativos se convierten en sentimientos, y estos definen la clase de persona que somos.
Nicolás Brito Grandes – Corresponsal en Guayaquil