El Ecuador de hoy, antes de la Conquista Inca estuvo poblado por confederaciones, nacionalidades y pueblos aborígenes que vivían en una relativa calma, con pocas y espaciadas campañas de conquistas de expansión territorial.
Durante la Conquista Inca, fueron aflorando las traiciones entre estas confederaciones aborígenes, como los paltas, cañaris, panzaleos, quitu-shyris, cayambis, caranquis y otros, los del sur se aliaron a los invasores, y los del centro norte; pelearon por defender su territorio.
Después vino la conquista española, y de igual forma, los del sur se aliaron a los Incas leales a Huascar y a los españoles, traicionando a su Inca Atahualpa.
Esta es la única manera de entender que 5 mil bravos guerreros sucumben ante 200 harapientos, desnutridos y enfermizos conquistadores.

Así, la clase indígena ha labrado su consigna de 500 años de resistencia, con traiciones entre ellos, y nunca definiendo un objetivo o proyecto común en beneficio de toda su clase desposeída.
Siempre han sido fáciles de comprar y manipular, así lo refleja la historia de la actual organización política indígena.
En la primera vuelta electoral del 2021, era la oportunidad de llegar al Poder que tanto han anhelado, pero nuevamente la traición les dejó fuera, y creó más debilitados, al colmo que un dirigente vende su organización por una prebenda personal al candidato de la organización política que insultó, persiguió y condenó su protesta.
Por estos razonamientos, nunca conseguirán sus objetivos de organización clasista.
Lauro Salas – Corresponsal en Imbabura.