
La aspiración más democrática es lograr que cada quien alcance la felicidad,
proveyendo elementos para que la felicidad general llegue a través del bien común.
Es indudable que la violencia produce desequilibrios en la sociedad. Una sociedad que mira con indiferencia los problemas sociales, no solo queda estacionada en la indiferencia, sino que también está atrapada en una irresponsabilidad odiosa,
que la deja ubicada en un onanismo estéril y en una felicidad
mal sana, donde el marco de la pobreza va fermentado más bacterias para destruir la comodidad de esa burbuja social.
En nombre de construir más riqueza, se ha destruido la sensibilidad y la responsabilidad de las élites que se han vuelto implacables al decir que quieren que les exoneren más impuestos, para luego quejarse que no hay servicios públicos de calidad; sin darse cuenta que se volvieron raptores del bien común, al igual que los administradores dolosos de los escasos recursos públicos.
Por ende, no podemos perder el contacto verdadero con la democracia, que es compartir y saber controlar, ya que sin impuestos y honestidad intelectual y económica de sus dirigentes y ciudadanos no hay verdadera democracia.
TIRO: 125