
Frente al vacío del desamparo humano; un gran Padre, un Dios o un Caudillo divinizado.
Una nueva fe en el otro hombre (el que no se puede ser), o un nuevo Platonismo de un Dios que está en todas partes y a quien la masa no le disputa ni le dispensa nada, por lo tanto, el ser se resigna frente al “estoicismo divino” que los humanos consumimos.
Así nace seguramente la locura y el fanatismo que hace seguir al “Profeta” o al “Ungido”, al cual no se le opone ninguna dignidad propia. Cada cual se somete porque piensa que allí está el nervio moral, pero también está el hombre que se reafirma en la decadencia y las adversidades del Poder, que han puesto al líder, “al escogido” por encima de los otros, haciendo emerger el peso del martirio, impuesto en nombre de la salvación y la sanación por caudillos y redentores de la especie humana, olvidándose en masa, que son pueblos terrenales y que por todo lo antes narrado la política deja de ser política, la filosofía deja de ser filosofía, y la ciencia deja de ser ciencia; para que todo se convierta en dogma y adoración.
TIRO: 50