
La certeza de una eterna salvación ha hecho que el hombre contraiga la realidad cósmica al tamaño de su propia fantasía, llegando a tal antropocentrismo que solo es una audaz trama histórica; donde el hombre piensa que siempre se va a salvar por ser hijo de Dios; sin entender que en la real historia cósmica todo pertenece desde tiempos évicos a una creación perecedera, debido a las fuerzas termodinámicas y otro tipo de fortalezas.
Por ello, lamentablemente estamos azotados por una decadencia conceptual, en la cual el pensamiento humano pareciera que estuviera por encima de las fuerzas inmanentes del Cosmos.
Para ello, sería saludable que la humanidad comenzara a apuntalarse y concentrarse para concertar una conciencia clara de que el hombre es una partícula minúscula del todo cósmico, y pueda concluir con humildad que “no es el centro de nada”.
La restauración de la humanidad depende de saber dar un paso a un costado de esas viejas y cartesianas ideas antropocéntricas hacia una visión científica – filosófica, que nos imbuya dentro de un campo más metafísico, para lograr y potenciar la capacidad humana de supervivencia, aprendiendo a adquirir un pensamiento más cosmológico; de lo contrario, aceleraremos nuestro fin.
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