
La política debe volver a penetrar otra vez en la ciudadanía como una herramienta positiva para el desarrollo de la sociedad, ya que actos de corrupción le han quitado su vitalidad positiva.
La permanencia de la política es fundamental para la construcción de una comunidad y no debemos permitir que un arsenal ideológico, revolucionario, o contrarrevolucionario, no nos dejen diferenciar democráticamente entre el bien y el mal, entre la guerra y la paz, entre lo bello y lo repugnante.
Nuestra sociedad, Amables lectores, encontrará una nueva encarnación cuando el mensaje de los políticos no sea “apariencia de salvación”, sino que exprese la posibilidad de evolución, sin pretensiones de dejar la vida propia en favor de los demás; es decir, que la política no sea manejada por farsantes que nunca darán su vida por nadie que no sea por ellos mismos.
La política debe recuperar su valor ciudadano, donde nadie es salvado por nadie sino por la acción comunitaria de una ciudadanía adherida al verdadero deber político, que es la acción participativa y propositiva en la sociedad.
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