(A Zygmunt Bauman)

Cada ser debe encarnar una ecología espiritual para entrar en conexión con el otro y con los otros.
Por ello, todas las culturas tienen una estructura conectiva que sin discusión alguna reza: “que todos los hombres seremos hermanos”.
Así como escuchamos, por ejemplo, en el Himno europeo:
Alle Menschen werden Brüder.
Esa hermandad, con la fuerza de su concordia y discordia, ha llevado a la humanidad a aferrarnos a la existencia, a sabiendas de que solo podremos ser alguien en la medida en que lo hagamos con el otro y con los otros.
Por ello, a pesar de que humanamente nacimos para vivir en escisión, es decir, “separados”, algunos se sienten superiores a los otros, o una raza o sociedad se exacerba frente a las otras. Estas vivencias milenarias han demostrado que a pesar de las grandes diferencias, la humanidad ha organizado grandes prótesis intelectuales, militares, tecnológicas, espirituales y políticas, para fluir cada quien con su propia identidad; a pesar de las inmensas diferencias entre todos.
La cooperación, el enfrentamiento, han producido evolutivos mestizajes y transformaciones a lo largo de la historia, que la identidad de unos cruzó la de los otros, para crear un nuevo mundo diverso y multiverso, que de otro modo nunca se hubiese constituido, ya que precisamente esos choques entre civilizaciones y sociedades, le dieron músculo al hombre para su supervivencia.
TIRO: 39