
No se trata de solo tener un espíritu guardián que cuide a la sociedad de desgracias, sino de promover un núcleo en la memoria colectiva, para que no se inhiba la sociedad y logre construir un “yo colectivamente ideal” que obligue a la sociedad movilizarse, de tal forma que no espere que el Estado o un “Redentor” lo salve, para ello, hay que sacudir y avispar el inconsciente colectivo, para que cada quien haciendo su propio trabajo se haga plenamente cargo de su cuerpo, de su alma, y de su felicidad.
Para ello hay que constituir mucho orden y trabajo en la memoria colectiva de nuestra cultura, generando una “revolución simbólica”, que no magnifique el ser herederos de promesas de paraísos, ya que solo serían territorios para el onanismo.
Recuerden amables lectores, que toda promesa desde el planteamiento platónico es un fantasma que buscará psicóticamente otro sin sentido. Más, cuando a la Tierra Ignota se la trabaja día a día, buscando una topología viable, quienes lo hagan encontrarán su lugar, y por ende, su propio sentido en un “Terruño Real”.
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