
Desde la Revolución Francesa de 1789 no ha existido Revolución alguna, ni psíquica ni científica, ni espiritual, que haya podido conciliar la igualdad de todos los grupos sociales, más aún, no se ha podido hacer funcionar el virtuoso y platónico “triángulo revolucionario” de Igualdad, libertad, fraternidad; es así que las tan cacareadas revoluciones de las Repúblicas Socialistas Soviéticas, ni la misma Rusia de Putin, peor aún los Chinos contemporáneos, han podido lograr que al ritmo de los cantos y ritos socialistas la igualdad funcione dentro de sus inmensos territorios.
Durante más de 30 años, China y Rusia han suprimido las libertades políticas y espirituales de su pueblo, con el ánimo de aumentar la producción, sin reparar cuánto han incrementado las brechas de desigualdad dentro de sus pueblos, solo con el “ánimo hedonista” de producir para generar riqueza ilimitada suprimiendo libertades para sus ciudadanos.
La humanidad, en la medida en que sea impulsada por la razón del progreso económico, no logrará ningún tipo de igualdad, y todo progreso económico se revertirá por el mandato del consumismo hacia una barbarie inconmensurable.
Ya Sigmund Freud, lo manifestó en su Obra “Malestar de la Cultura”, “que el totalitarismo de la razón al perder su capacidad autocrítica, no logrará superar sus tendencias autocráticas y abusivas”.
Así, la humanidad seguirá enfrentada entre la razón y el hedonismo; el goce en una forma patológica entre la pulsión productivista que, por falta de libertad, fraternidad, solo nos igualará en los campos de la muerte.
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