Sabido es, que en varios países, los dos primeros días de noviembre son fechas muy significativas para la familia. El día 1, se celebra el día de Todos los Santos, víspera de los Fieles Difuntos, celebración instituida en el siglo IX por la Iglesia Católica, para contrarrestar la fiesta pagana dedicada a un dios celta (Halloween a la luz de la Biblia, Eleazar Barajas, pág. 51), que se lo celebra el 2 de noviembre. Siendo, pues, dos días de inmensa sensibilidad para los seres humanos.
El segundo día de noviembre es una celebración dedicada a los seres queridos que han partido al más allá, lo que en su momento causó mucho dolor a los dolientes, pero con el paso del tiempo la resignación y la aceptación van llegando y queda el recuerdo imperecedero, plasmado en distintas manifestaciones.
Eso no quiere decir que en el resto del tiempo son olvidados, sino más bien que esta fecha es una ocasión para propiciar reuniones familiares, para estrechar lazos espirituales básicos. Muchas personas que han migrado regresan a su lugar natal para visitar los cementerios, morada de los muertos donde tienen la posibilidad de encontrarse o reencontrarse con los vivos, que no han visto en mucho tiempo.
En Ibarra, en estas fechas, tradicionalmente las familias se reúnen para compartir ciertas costumbres propias de la época. Por ejemplo, acuden el primer día del mes para adecentar las tumbas de sus seres queridos, de modo que queden listas para el día siguiente. El día segundo, se levantan muy temprano para elaborar la comida tradicional, como es la colada morada y las guaguas de pan, mismas que degustan juntos y para acto seguido, acudir así mismo en familia a los cementerios. Entre todos adornan las lápidas con flores, tarjetas, coronas, etc; elevan rezos, oraciones, celebran misas y algunos llevan inclusive serenatas, para honrar el recuerdo de sus muertos.

Mientras que para gran parte de familias, esta costumbre es “sagrada”, algunas en cambio han roto la tradición y más bien optan por viajar, realizar paseos, caminatas, ir a las playas; en fin ir a lugares para distraerse y distenderse, del trajín del día a día.
Otras familias ven la fecha como la oportunidad para generar ingresos, realizando diversas actividades económicas. Unos montan el negocio de pintores de tumbas, otros de comerciantes de diversos elementos de adecentamiento y adorno como flores, tarjetas, coronas de papel celofán, esponja u otros materiales.
Todas estas alternativas se convierten en costumbres y actividades, que traen consigo la reactivación económica y a la vez promueven la unidad y el amor familiar; siendo sin duda alguna, una tradición que hay que preservar.
Nancy Morales – Corresponsal en Imbabura