El horizonte provinciano ecuatoriano camina sobre terribles injusticias, parece ingenuo decirlo y hasta provoca bostezos, el centralismo no sabe traducir la expresión de los pueblos periféricos.
Hasta la vanidad está centralizada, los demás son siempre servidores.
La imperfección republicana parece que es congénita y la única realidad compensatoria es el milagro secreto que con arte propio debe realizar cada región y cada individuo.
